lunes, 7 de noviembre de 2016

TROPEZAR CON ARQUITECTURA Y PLATICAR CON EXTRAÑOS


 
 Mucho se ha escrito sobre como los diseñadores y arquitectos, salen a  la calle y no pueden dejar de consumir formas, materiales  y colores, para muchos de quienes nos acompañan podemos resultar aburridos, sonamos, para otros (la mayoría) como engreídos y críticos a tal punto de disculparse de antemano por si algunas vez cometen el error de invitarnos a sus casas creyendo que caeremos como todo un snob posmoderno destruyendo su “humilde espacio”, por fortuna hay quienes nos disfrutan y cometen el error de volverse también observadores de su entorno ellos nos recuerdan y digo error porque es algo a lo que muy probablemente jamás logren escapar.

Mirar se vuelve una distracción, un entretenimiento, algo que nos absorbe, eso paso hace unos días en una visita de campo universitaria sobre una consulta ciudadana en una ciudad puerto de El Salvador, no es necesario detallar lo poco soportable que es para mí habitar una ciudad caliente pero asi es, entonces en búsqueda de un poco de “aire” decidí moverme, de la zona delimitada para la consulta y explorar un poco la escuela que usaban para tal acto, era claro que nadie notaria mi ausencia lo curioso era que no sería necesario cruzar ninguna barrera clara más que una cancha de futbol muy pequeña para encontrar un edificio que me hizo (como todos los buenos edificios hacen) sonreír. Pero en esta ocasión la sonrisa era doble porque la escuela que estaba frente a mi me daba la razón en mi lucha constante por creer para mí mismo que se puede hacer buena arquitectura en este país solo falta el deseo, y ser bueno, lo demás viene por su cuenta. 

Encontré a pasos una escuela que nada envidiaría a cualquier publicación “feisbuquera” de edificios de arquitectura utlitaria con un uso de materiales “distinto, unico y original” y casi una oda al mundo hipsteriano que temporalmente habitamos, con la enorme diferencia que este tiene mas de 40 años y no es obra de un estudio con nombre estrafalario y  de jovencitos vestidos extrañamete y barbas fuera de tiempo.

La escuela es ahora el Liceo Acajutla, es una composición básica de volúmenes alineados que claramente formas individuales con un ritmo claro y sin jerarquía enfatizada, lo llamativo de la forma es el uso de los materiales de manera franca y limpia, hasta con una arrogancia de dejar claro que el material se subyuga a la forma, es evidente que el diseñador sentía el mismo calor agobiante que yo experimenté minutos antes de pararme a la mitad de la cancha y empezar a tomar fotos del conjunto, entendió que las obras deben de adaptarse a su entorno y clima, supo que los estudiantes no aprenden igual si se sienten ahogados por el calor de la zona costera, supo que su reto era climatizar los espacios sin ayuda de un cómodo sistema mecánico, asi que dio a las aulas una “piel” con la cual transpirar, con la cual intercambiar calor con las corrientes de aire del mar, ¿y que utilizo para eso ante la clara limitante económica? Los mismos bloques que usamos en los edificios calientes, oscuros y enclaustrastes que ahora llamamos modernos, bloques de cemento apilados de manera distinta y estratégica, de tal modo de no distraer al alumno, de el centro de su clase pero permitiendo también el paso de la luz, todo en un ritmo de formas honestas y simples.


Los espacios comunes y abiertos tienen otro tratamiento de circulación de aire y barreras físicas resueltos con planos seriados que nuevamente hacen privado incluso el juego del recreo, dando con estas formas seriadas, la separación de los volúmenes principales del edificio.






Mirando con cuidado me encontró  una religiosa que justo después del saludo entendí que debía explicar mi sonrisa al ver las paredes sin decorados ni colores más que el gris del cemento, le dije que era arquitecto y que su escuela me estaba enamorando, ella no hizo caso de mi poesía y me invito a traer a mis hijos el próximo año a estudiar ahí, explique qué hijos no habían ni habrán pronto, así que ella vio desvanecerse un potencial cliente, y supe que así era porque de inmediato empezó a contar las peripecia económicas del ahora colegio privado que nació como solución educativa para los hijos de los empleados de la refinería de petróleo RASA y subsidiada por la misma pero que después de un tiempo paso a sus manos como congregación católica, y  ahora deben de encontrar manera de solventar gastos, con matrículas por estudiantes, donde claro mis hijos inexistentes me vuelve menos interesante, pero tal vez aun algo confiable porque me dejó entrar, explico algo de historia pero no parecía muy cómoda con las fotos, así que no logre la cantidad ni la calidad que hubiera deseado, pero fue amable con solo dejarme pasar y contar algo de historia, el edificio no tiene placa de diseñador, cosa agradable (aunque a veces útil) por que vuelve anónima la buena arquitectura y eso la limpia de egos, más en un proyecto que más de 40 años atrás entendía lo que ahora solo es una moda “social” y que es integrar tu edificio al entorno hacerlo “amigo del medio ambiente” (nótese la ironía) 


Dejé el recorrido muy amablemente guiado, agradeci el tiempo invertido en mi y en oir mi nuevamente segura explicacion de formas, regrese a mi silla a escuchar la ponencia bajo calor sofocante, pero satisfecho por que será siempre agradable encontrar diseños creativos y satisfactoriamente viejos, que nos demuestren que ser bueno no tiene épocas, solo se basa en el deseo de serlo…