Escribiremos sobre
algo curioso esta vez, algo que se terminan quedando en tu historia personal y
poco a poco entendes como es que una persona vieja insiste en sus historias,
esta es una de ellas, prematura, pero lo es…
Para finales del
año 2004 el centro comercial Multiplaza en Antiguo Cuscatlán, estaba a punto de
inaugurarse, y yo tenía a mi cargo (en la única vez que he tenido un empleo
formal) 9 locales comerciales en su construcción, era una época de caos porque
la fecha de apertura se iniciaba en unos poco días, por lo que ya habían locales
comerciales funcionando y haciendo pruebas de ventas algunos, entre el
movimiento constante se podían ver frecuentemente gente que claramente no eran
parte del proceso de construccion eran visitantes y generalmente propietarios
de los negocios, por tal razón ver un anciano deambulando no era del todo
extraño, era alto delgado y vestía de blanco, pero capto mi atención por algo específico
que hacía y que los demás visitantes no, miraba con detenimiento hacia arriba,
miraba el techo y los tragaluces que ilumina la plaza interior principal del
centro comercial su mirada era de mucha concentración pro no era estático,
caminaba y se desplazaba, lo vi y después de un rato desapareció, o tal vez yo
deje de darle importancia, en verdad tenía muchas más cosas que resolver esos días.
Al día siguiente volvió
a aparecer, haciendo lo mismo y entonces si capto mi atención, por que las
personas por lo general usan un edificio y solo las primeras veces parecen
impresionarse, luego solo lo usan, la cotidianidad aparece pronto en la
arquitectura, esta vez igual parecía muy interesado en el techo e igual que un día
antes no dejaba de moverse con sus manos a su espalda, al acercarse en su
caminata a mi zona y pasar frente a asintió con su cabeza sonrió y dio un
buenos días, al cual respondí y seguimos en lo nuestro cada uno, pero al cabo
de un rato paso algo extraño, a unos metros lo vi detenido junto a una columna
de una forma un poco extraña me acerque y no me equivocaba algo andaba mal, parecía
algo mareado, y un poco pálido, le pregunte si necesitaba algo, nos acercamos a
una silla y dijo que solo era una baja de azúcar, al quedar sentado fui a un
local cercano que ya empezaba a hacer pruebas de ventas compre una soda y eso
bastó, unos minutos más tarde estaba bien, dijo que no andaba solo y pronto irían
por él, y así fue, en realidad no fue nada serio se despidió y pregunto mi
nombre que hacía en el lugar, cosa que era puro formalismo y buena educación de
su parte, se despidió ya con alguien que lo acompañó se fue y al día siguiente
no apareció.
Pasaron varios días,
y olvide lo q paso, cada vez más cerca la inauguración del edificio, el
movimiento era más fuerte, entre todos los que caminaban vi a lo lejos una cara
conocida y era la de un amigo de la universidad que ya no veía desde un largo
rato, pero desapareció, para luego volver a aparecer bajando la escalinata
hacia la plaza, me vio, me saludó, para ese entonces era parte de la asociación
de estudiantes de arquitectura de El Salvador y andaban en grupo haciendo un
recorrido por el centro comercial, emocionado en verdad por que andaban justo con el diseñador del edificio,
cosa que me sorprendió tanto como lo emocionaba a él, el diseñador era el
arquitecto mexicano Ricardo Legorreta famoso en todo el mundo y colaborador del también famoso
arquitecto Luis Barragán ganador del premio Pritzker (el Oscar de la
arquitectura) con quien se crea un estilo e identidad a mi juicio mesoamericana
de valor, con todo eso, la emoción de mi amigo no era en vano, recorrer el
edificio con Legorreta era algo que no podía yo perderme asi que me quede
esperando la comitiva un poco rezagado, al aparecer girando de un pasillo como
ya supondrán el famoso arquitecto era el mismo señor que recorría el edificio
una semana antes, yo impresionado solo sonreí más, pero la sorpresa fue que al
pasar cerca de donde estaba que era justo cerca de donde había sucedido lo de
su baja de azúcar, me reconoció, se acercó y saludo diciendo: -“ Ahhh hola,
Ernesto, ¿Cómo estás? ¿Cómo va tu proyecto? ¿Ya casi terminas?...” sonreía, parecía hablarle a un igual lo cual era mera cortesia, y cosa que pensaron
todos los que se detuvieron para oír mi respuesta que solo fue un : “más o
menos…” en realidad no se me ocurrió decir nada más fue la respuesta más
absurda y vana posible pero ahora que lo
pienso, tampoco había nada más que decir no tenía nada para dar en ese momento
a una conversación con él si de arquitectura hablaríamos, era en verdad demasiado, en un mal momento, y yo muy joven, me dio la mano y se
fue para seguir hablando de su edificio, mi amigo solo me vio de lejos casi tan
sorprendido creo que yo pero no más.
Siempre recuerdo
esa historia cuando miro algo que yo diseñé construido, creo que entiendo lo
que él hacía deambulando en el centro comercial solo, jamás mis trabajos tendrán ni la calidad ni la
escala de los suyos, jamás, pero si puedo experimentar lo que creo era su
sentir y es que al final de un trabajo no importa si este es una catedral o un
gallinero, sí un gallinero, mirarlo construido es ver tus ideas convertidas en físico,
y empiezan tus preguntas sobre en qué te equivocaste, adonde te quedaste corto,
en qué exageraste, adonde debiste detenerte, etc .Como decia Wright : "Considera tan importante construir un gallinero como una catedral el caracter puede ser grande en lo pequeño y pequeño en lo grande..."
Creo a estas
alturas que eso veía Legorreta en los tragaluces del centro comercial, como
entra la luz y si así deseaba q fuera como el usuario vivirá su edificio, su
obra, su espacio, ese usuario al que se debe y al que nos debemos todos.
Esa es mi historia
con Ricardo Legorreta historia que seguro solo yo recordé.