lunes, 15 de febrero de 2016

EL ARQUITECTO SOCIALISTA



Sería larga la discusión sobre que es un Socialista, o que no lo es, ya ha sido larga en el mundo y en El Salvador donde parece deporte nacional no estar de acuerdo con algo, pues lo sería aún más, pero salvando (manera tal vez injusta) las acepciones económicas, y en este sitio que no tienen nada de foro y más es un soliloquio, me atreveré como en otras ocasiones a hacer una afirmación tajante: “Todo arquitecto debe de ser un socialista” incluyo de manera lógica a las arquitectas, sin mencionarlas para no contribuir a la locura gramatical del “los y las”. 

Entonces, siendo un tanto románticos podemos decir que el socialista comulga con el bien común sobre el individual, promueve el uso comunitario de los bienes, ve al individuo como responsabilidad de todo el conjunto social. (Si, bastante romántico) pero ¿Cómo entra la arquitectura acá?...

No es una casualidad que sea la profesión de la arquitectura la que escogiera Ann Rand para centrar el argumento de su famoso libro “El Manantial” en 1943, donde la arquitectura representaba para ella la congregación perfecta del individualismo y el ego, que el fondo era el motor del mundo libre americano y por ende del capitalismo mismo, por lo tanto con el tiempo este libro, que al final es una historia de romance muy cursi, terminó siendo un libro de “culto” para el pensamiento conservador estadounidense y lo sigue siendo. Pero en relación a la unión del ego y el individualismo en una profesión, Rand no se equivocó al escoger a la arquitectura.

En la universidad cultivan nuestro egocentrismo terriblemente, nos enseñan que el arquitecto es una especie de orquestador al que todos los demás profesionales se subyugan, nos muestran arquitectos famosos que llegan a nuestros ojos con obras monumentales en oficinas que reciben “encargos” a toda hora, ubicadas en las principales ciudades del mundo, y cuando cambian de escala nos dicen que el arquitecto “manda” y el cliente debería de agradecer de tener uno que le mejore su vida y que no todos claro, pueden “pagarse” uno.

Ver a la arquitectura de esta forma es lo que ha producido un enorme daño a este país, y se denota en el abandono de la profesión al servicio de la gente, muchos arquitectos terminan la universidad y se ven inmersos en un mundo árido, donde trabajar es difícil de la forma que lo imaginaron, y poco a poco se terminan autoconvenciendo que el trabajo idílico de diseñar obras de calidad es para un segmento muy pequeño del mercado y que la inmensa masa de personas no son “clientes” de un arquitecto, que a la gente le queda grande su título, así de perdidos estamos!

Los arquitectos salvadoreños se divorciaron de la gente, primero por decisión de sí mismos y segundo porque el estado los hizo a un lado y esto paso al dejar que en el boom urbanístico de las postguerra, se dejara en manos de las empresas constructoras decidir lo que es calidad de vida en lo referente a lo habitacional, eso produjo el crecimiento incontrolado de áreas habitacionales en los municipios dormitorios que derivó en grandes extensiones de viviendas individuales que según la norma legal cumplían los requisitos, claro, en sus limite mininos, espacios públicos realmente ridículos, casas con ventilaciones mínimas calientes toso el año, microclimas y densidades sofocantes, que dejan a las personas sumidas en un mar de sendas y pasajes donde vivir cómodamente según las normas es posible.


Ya hubo en este país un esfuerzo por poner la arquitectura al servicio de la gente con resultados positivos, con las políticas del IVU creando “Centros Urbanos” con ambientes muy interesantes y espacios públicos dignos, o el caso de los condominios Regis en los años 70’s con una clara preocupación por la vivienda social, pero como muchísimas cosas en El Salvador todas estos ímpetus se los llevo la guerra declarada de los 80´s , o la post guerra neoliberal de los 90´s.

Las universidades, toman el camino fácil diseñando en sus materias centros comerciales, recreativos o iglesias, estas tipologías son simples de resolver para el alumno y el maestro, porque en diseño muchas veces entre más grandes es más fácil, pocos son los docentes que se tomaran la tarea de tomar temas complejos como la nueva vivienda mínima, desarrollo de comunidades, propuestas de prototipos de unidades familiares expansibles, incluso mobiliario que como reto de diseño es enorme, etc. 

La necesidad de un arquitecto está ahí, muchos luchan con poco resultados positivos por penetrar el mercado de las residencias de lujo, donde los clientes son escasos e irónicamente en su mayoría de mal gusto.

Nos lamentamos que en EL Salvador “la gente no paga un arquitecto” pero el arquitecto mismo no considera trabajo digno una pequeña ampliación curiosamente la hace por necesidad económica pero sin el interés que dijo que tendría cuando estudiaba diseñando centros de negocios.

Como como pocas ocasiones existen sorpresas agradables y más en arquitectura internacional, y una de ellas fue el giro drástico que tomo el premio Pritzker 2016 otorgado al chileno Alejandro Aravena, por su aporte a la arquitectura en lo relativo a la vivienda social progresiva, y es sorpresivo por que dicho premio casi siempre era otorgado a starchitecs con arquitectura pretenciosa con clientes igual de extravagantes como su edificios, pero para el chileno, el cliente es la gente! Caso contrastante a los arquitectos salvadoreños que maravillados con una capilla a la orilla de un lago hermoso (cuya mejor vista es desde un dron) ahora ven boquiabiertos del mismo estudio la propuesta “Innovación arquitectónica” del Qbo, nuevamente, cliente equivocado!

Como arquitecto individual puede entender su lugar pero el estado deberá reenfocarse también, pero ese es un trabajo mas arduo que solo como gremio tal vez pueda lograrse, claro, si existiera un colegio de arquitectos, dispuesto a hacer algo concreto y duradero....

Mientras no cambie la filosofía desde las universidades, sobre a quién nos debemos como profesionales, seguiremos pesando que los clientes todos tienen un terreno virgen esperando a que nosotros lo iluminemos, seguiremos entonces protestando por la imagen de nuestras ciudades y barrios sin hacer nada, y mirando con celo y envidia, las intervenciones dulces que se hacen en ciudades como Bogotá, Quito, y Buenos Aires a los barrios más marginados socialmente sin entender que todo inicia con saber que como arquitecto nos debemos a las comunidades y ciudad no a los barrios residenciales y eso un socialista lo entiende.



Utópico? Si!

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