Albert Speer famoso arquitecto conocido como “el nazi que
pidió perdón” fue quien a petición del estado Alemán Nazi propuso un total
replanteamiento de la ciudad de Berlín al punto de desear la demolición de
buena parte de la ciudad, su aporte a la arquitectura debido a ser del bando
perdedor de la historia fue olvidado y estigmatizado, incluso siendo uno de los
7 enjuiciados que no recibiera condena
de muerte en los juicios de Núremberg y
cumpliendo pena en cárcel, siendo libre nunca más recibió encargos, y murió en
1981 aceptando siempre sus responsabilidades en el papel alemán de la segunda
guerra mundial.
Desde el punto de
vista puramente arquitectónico Speer fue un afortunado, si eliminamos de la crítica todo el contexto de la guerra y
las filosofía Nazi (Algo que se logra solo con mucho esfuerzo) Speer teniendo
un mecenas sin problemas de recursos, redefinió mucho de la estética escenográfica
en el mundo del diseño, sus obras evocan potencia, poder, la monumentalidad que
no se veía realmente un par de milenos en el mundo. No exagero.
Probablemente desde
las construcción de las pirámides nadie antes había logrado sintetizar la
escala de una manera tan bien enfocada, Speer lo logra., sus proyectos usados
en presentaciones lograban tocar las fibras de sensibilidad hasta el más duro
ciudadano, como en las presentaciones con luces antiaéreas en el campo del Zepelín,
solo lograron un impacto mayor tras los lentes de «Leni» Bertha Riefenstah
y que sin demeritar su trabajo, el
arquitecto se la puso más fácil.
Catedral de la luz, campo de Zeppelín
Pero
hay un aspecto que el caso de Speer pone en tema de discusión tal vez por primera
vez en la historia, y en eso aterrizaremos hasta nuestra realidad y actualidad,
y es la ética del arquitecto y el cliente, el debate entre los jueces que
libraron al arquitecto de la muerte, es si era responsable de alguna forma de
lo que su cliente hace, debate que sigue vigente.
¿Es
ético trabajar para un político corrupto? ¿Lo es si damos nuestros servicios a
una mafia? ¿Somos responsables de alguna forma con el trafico al construir la
casa de un narcotraficante? Aun no son preguntas con respuestas claras, y ahí entra
la duda.
Hace
poco en los últimos actos del circo político de este país, la puesta en escena
fue la persecución (sin perseguir técnicamente) de un expresidente con pocas
luces en su forma de vivir en lo relativo a su cambio en “estilo de vida” (cosa
de la ética completamente) esta puesta en escena fue claramente alimento de la
prensa y el sensacionalismo total, pero
tocó un punto interesante, abordaron al según
los dueños del espectáculo al “arquitecto del corrupto” asi pues en horas de la
noche se allana la oficina de un arquitecto con el fin de investigar los
proyectos personales de su cliente, su nombre fue publicado de todas las formas
posibles en esta sociedad de “redes” ¿Se evaluó el impacto y lógico del acto?
Nuevamente
surge la pregunta ¿Cómo arquitecto soy responsable de los actos de mi cliente?
¿Lo es el cirujano que opera a su esposa? ¿El mecánico que repara sus vehículos?
¿El medico que trata su cadera rota? Este
escrito no es para defender a ningún político con gustos extravagantes ni un
arquitecto que se aproveche de los beneficios de tener un cliente poderoso pero
si para traer a la mesa de la discusión cuan responsables somos en el futuro de
lo que nuestros proyectos hagan o signifiquen mientras tanto, Speer seguirá
olvidado, su producto maldecido, pero se fue con algo de extraña dignidad….
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