domingo, 2 de octubre de 2016

ALBERT SPEER Y LA ETICA GUANACA





Albert Speer  famoso arquitecto conocido como “el nazi que pidió perdón” fue quien a petición del estado Alemán Nazi propuso un total replanteamiento de la ciudad de Berlín al punto de desear la demolición de buena parte de la ciudad, su aporte a la arquitectura debido a ser del bando perdedor de la historia fue olvidado y estigmatizado, incluso siendo uno de los 7 enjuiciados  que no recibiera condena de muerte en los juicios de Núremberg  y cumpliendo pena en cárcel, siendo libre nunca más recibió encargos, y murió en 1981 aceptando siempre sus responsabilidades en el papel alemán de la segunda guerra mundial.
Desde el punto de vista puramente arquitectónico Speer fue un afortunado, si eliminamos  de la crítica todo el contexto de la guerra y las filosofía Nazi (Algo que se logra solo con mucho esfuerzo) Speer teniendo un mecenas sin problemas de recursos, redefinió mucho de la estética escenográfica en el mundo del diseño, sus obras evocan potencia, poder, la monumentalidad que no se veía realmente un par de milenos en el mundo. No exagero.
Probablemente desde las construcción de las pirámides nadie antes había logrado sintetizar la escala de una manera tan bien enfocada, Speer lo logra., sus proyectos usados en presentaciones lograban tocar las fibras de sensibilidad hasta el más duro ciudadano, como en las presentaciones con luces antiaéreas en el campo del Zepelín, solo lograron un impacto mayor tras los lentes de «Leni» Bertha Riefenstah y que sin demeritar su trabajo,  el arquitecto se la puso más fácil.

                                                     Catedral de la luz, campo de Zeppelín 

Pero hay un aspecto que el caso de  Speer  pone en tema de discusión tal vez por primera vez en la historia, y en eso aterrizaremos hasta nuestra realidad y actualidad, y es la ética del arquitecto y el cliente, el debate entre los jueces que libraron al arquitecto de la muerte, es si era responsable de alguna forma de lo que su cliente hace, debate que sigue vigente.
¿Es ético trabajar para un político corrupto? ¿Lo es si damos nuestros servicios a una mafia? ¿Somos responsables de alguna forma con el trafico al construir la casa de un narcotraficante? Aun no son preguntas con respuestas claras, y ahí entra la duda.
Hace poco en los últimos actos del circo político de este país, la puesta en escena fue la persecución (sin perseguir técnicamente) de un expresidente con pocas luces en su forma de vivir en lo relativo a su cambio en “estilo de vida” (cosa de la ética completamente) esta puesta en escena fue claramente alimento de la prensa y el sensacionalismo  total, pero tocó un punto interesante, abordaron al  según los dueños del espectáculo al “arquitecto del corrupto” asi pues en horas de la noche se allana la oficina de un arquitecto con el fin de investigar los proyectos personales de su cliente, su nombre fue publicado de todas las formas posibles en esta sociedad de “redes” ¿Se evaluó el impacto y lógico del acto?

Nuevamente surge la pregunta ¿Cómo arquitecto soy responsable de los actos de mi cliente? ¿Lo es el cirujano que opera a su esposa? ¿El mecánico que repara sus vehículos? ¿El medico que trata su cadera rota?  Este escrito no es para defender a ningún político con gustos extravagantes ni un arquitecto que se aproveche de los beneficios de tener un cliente poderoso pero si para traer a la mesa de la discusión cuan responsables somos en el futuro de lo que nuestros proyectos hagan o signifiquen mientras tanto, Speer seguirá olvidado, su producto maldecido, pero se fue con algo de extraña dignidad….

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